Durante la década de los años ochenta estuve
visitando la isla de Mona todos los años a fines de mayo y principios de julio
con el grupo estudiantil conocido como la asociación de estudiantes de biología
del recinto universitario de Mayagüez de la universidad de Puerto Rico. En uno de esos viajes para principio de los 80
visite la cueva del Lirio. Justo debajo
de una de las ventanas que miran a la costa de Mona, específicamente una desde
las que se puede ver la playa de Pájaros, observe que habían unas bobas prietas
anidando a cierta distancia debajo de la boca de la cueva (Sula leucogaster). Las bobas estaban anidando directamente sobre
la piedra caliza. La piedra caliza sobre
la que las bobas anidaban es una forma particular causada por erosión por la lluvia
y los elementos y está cubierta de hoyos y filos. Este tipo de caliza de llama “diente de perro”
y es justamente temida por su capacidad de lacerar y herir a los que caen sobre
ella. Este tipo de caliza es notorio
porque destroza lentamente (y a veces de forma no tan lenta) a todos el calzado
que se usa para caminar sobre ella.
Las bobas que vi anidando eran de las primeras
que había visto en tierra y me domino el deseo de acercarme a ellas. Pero no parecía haber forma de bajar de la
cueva hasta donde estaban las bobas, que era en una ladera en la cara del farallón. Uno de mis compañeros me indico que justo
debajo de la ventana que daba al mar, había una grieta en la que estaba
encajada una viga que se podía usar para bajar a donde estaban las bobas. La viga tenía unos pedazos de madera clavados
a lo largo que formaban una primitiva escalera.
Sin pensarlo dos veces baje por la viga, que tengo que decir, no era
exactamente una pieza de madera nueva.
Actualmente la idea de usar una cosa así para bajar unos ocho o diez
pies verticales a una ladera rocosa con la consistencia de un enorme guayo, me llenaría de espanto. Pero en esos tiempos pesaba 130 libras, tenía
la agilidad de un mono y una confianza sin límites en mi capacidad de lidiar
con el peligro.
Esta foto fue tomada antes de que encallara el Alborada en Playa de Pajaros |
Las bobas reaccionaron a mi llegada con cierto
disgusto pero ninguna abandono su nido. Pude notar que la ladera rocosa era virtualmente
inaccesible desde el tope del farallón o la playa. Me imagino que por eso las bobas la
escogieron para anidar. Para mi sorpresa
también vi una iguana de Mona juvenil bastante pequeña, en esos tiempos ver
iguanas juveniles no era algo común y corriente. Le tome fotos a dos de las bobas. Ambas estaba protegiendo
a su polluelos del intenso sol. Siempre
me he reprochado que no le tome una foto a la escalera. Pero quizás fue lo mejor, si mis padres la
hubieran visto les habría causado una apoplejía. Me pregunto si alguno de ustedes, los que
leen estas líneas, también recuerdan esa escalera en la cueva del Lirio.
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